En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria
Señor Jesús, que conoces lo más profundo de mi corazón, ilumina hoy mis ojos interiores. Que esta meditación me ayude a discernir dónde he puesto mis tesoros verdaderos y a elegir siempre la luz de tu sabiduría. Amén.
Evangelio según san Mateo 6,19-23
«No atesoréis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corroen, y donde ladrones perforan y roban. Atesorad más bien para vosotros tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, y donde ladrones no perforan ni roban. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará oscuro. Y si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué grande será la oscuridad!»
Meditación
Según lo que dice hoy Jesús… todo lo que acumulamos como escudo contra el futuro es, en última instancia, arena entre los dedos.
No está hablando contra la prudencia o la responsabilidad. Está señalando algo mucho más sutil y peligroso: el momento en que nuestras posesiones dejan de ser herramientas y se convierten en amos, en el objetivo de nuestra vida. La polilla, el orín, los ladrones no son simplemente amenazas externas; son metáforas de una ley inexorable: todo lo que tocamos en este mundo lleva impresa la marca de lo temporal. Y cuando construimos nuestra identidad sobre lo que inevitablemente se desvanecerá… estamos edificando nuestra casa sobre arena movediza.
"Donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón" no es una observación piadosa; es un diagnóstico clínico de cómo funciona realmente el alma humana. Tu corazón no es una entidad abstracta que es independiente de tus decisiones prácticas. Es un órgano que se adhiere magnéticamente a aquello en lo que inviertes tu tiempo, tu energía, tu atención. Si tu tesoro son las cuentas bancarias, tu corazón vivirá el lenguaje de la ansiedad financiera. Si tu tesoro es el reconocimiento social, tu corazón vivirá en la montaña rusa de la aprobación ajena. Si tu tesoro es el control, tu corazón se fragmentará cada vez que alguien se salga de tus planes.
Luego el Señor dice: "La lámpara del cuerpo es el ojo." Jesús entiende que el problema no está solo en lo que valoramos, sino en cómo vemos. Cuando nuestro ojo se enferma de posesividad, cuando nuestra mirada se contamina con la necesidad compulsiva de tener y retener, entonces toda nuestra existencia se sumerge en una oscuridad que no reconoce como tal.
Y termina con una advertencia final que debe hacernos reflexionar: "Si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué grande será la oscuridad!" No se refiere a la oscuridad de quien sabe que está perdido. Se refiere a la oscuridad de quien está convencido de que ve perfectamente. Es la ceguera del hombre que ha organizado toda su vida alrededor de acumular seguridades y está absolutamente persuadido de que es la persona más práctica y realista del mundo. He encontrado varias personas así y sufren mucho; no pueden ver los caminos de solución aunque los dibujes ante ellos. Dios nos libre del orgullo ciego que nos nos permite ver nuestras oscuridades objetivas.
Diálogo con Cristo
Señor, hoy me pones frente a mis apegos más escondidos. Reconozco que muchas veces he buscado seguridad en lo que puedo acumular, en el dinero, en posesiones, en reconocimientos humanos. Y mientras tanto, mi corazón se ha ido alejando de ti, el único Tesoro verdadero.
Gracias por esta palabra que me despierta del engaño. Gracias por no cansarte de mostrarme el camino de la libertad. Sólo el corazón desprendido puede amar de verdad.
Purifica mi mirada, Jesús. Que no me conforme con la luz artificial de mis seguridades humanas. Enséñame a discernir, en cada elección diaria, entre lo que pasa y lo que permanece.
Propósito
Hoy haré un examen concreto: revisaré alguna posesión material a la que esté demasiado apegado (puede ser un objeto, una cuenta bancaria, incluso un reconocimiento profesional) y tomaré una decisión práctica para desprenderme un poco más de ella, como ejercicio de libertad interior.
Despedida
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Madre del Desprendimiento, María, que viviste con el corazón libre para Dios:
ruega por nosotros.
Cada escudo que levantamos es luz que impedimos entre en nosotros, y así nos volvemos oscuros y desconocidos hasta para Dios...
Sólo el corazón desprendido puede amar de verdad, a todos...
Enséñame Señor a elegir, en cada momento, lo que permanece.
Buenos días mi Dios. Apegos?. Todos. A mi casa,a mis ahorros a mí prestigio!!!!. Y a veces me pregunto porqué no consigo estar más unida a tí Y lo cierto es que no permito que accedas a mi corazón porque hay tantas cosas interponiéndose entre nosotros.... ayúdame a desprenderme de todo lo que no sea quererte y seguirte y gracias por Tu paciencia conmigo.